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miércoles, 17 de marzo de 2010

Jornadas

Jornadas Nacionales abolicionistas sobre
prostitución y trata de mujeres, niñas/os
realizadas en la Facultad de Filosofia y Letras de la UBA
4 y 5 de diciembre de 2009

DISCURSO de APERTURA

Hace 60 años, el 2 de diciembre de 1949, las Naciones Unidas adoptaron la Convención contra la Trata de Personas y la Explotación de la Prostitución Ajena.

Esta Convención establece que toda forma de explotación de la prostitución ajena es punible, sin importar el consentimiento de la víctima. Prohíbe el establecimiento de prostíbulos y la reglamentación de la prostitución; plantea la prevención de la prostitución y la trata, la protección de las víctimas y el control de las agencias de empleo.

Se trata de una Convención claramente abolicionista, que ha sido ratificada por nuestro país y se encuentra vigente, aunque no se respete, como lo demuestran la actual ley contra la trata de personas, la persecución de las personas en situación de prostitución a través de los Códigos Contravencionales y de Faltas, la proliferación de los prostíbulos bajo diversos nombres ante la mirada cómplice de los poderes públicos, la impunidad de los proxenetas, la promoción de la prostitución en medios de comunicación, publicidades, Internet, teléfonos celulares, propaganda callejera y algunas centrales de defensa de los trabajadores.

A esta Convención se llegó luego de décadas de lucha y de intentos jurídicos.

En los últimos 20 años, se inició en nuestro país y en el mundo, un retroceso legal e ideológico, que se aparta del abolicionismo, para incluir la idea de que el consentimiento de la víctima legitima su explotación. En este sentido, se reformó el Código Penal argentino en 1999. Pero el paso más importante lo dio Naciones Unidas al sancionar el llamado Protocolo de Palermo, en el año 2000, que es complementario de la Convención contra el Crimen Trasnacional Organizado y se refiere a la trata de personas. En él se inspira nuestra ley actual sobre ese tema. Al exigir que se pruebe la falta de consentimiento de la víctima mayor de 18 años para que exista el delito de trata de personas, abre un espacio de trata legal: aquella en que no pudo probarse que la persona afectada no consintió su propia explotación. En estas condiciones, los proxenetas y los esclavistas se convierten en empresarios.

Esta no es una mera cuestión jurídica: es un cambio de paradigma, del abolicionismo al reglamentarismo, de la necesidad de trabajar por un mundo sin prostitución a la consolidación de la prostitución como trabajo o como elección libre.

Hoy, se hace necesario retomar los principios abolicionistas y rescatar nuestra historia.

La genealogía feminista abolicionista tiene una larga trayectoria que lleva casi un siglo y medio, desde su inicio en Inglaterra de la mano de Josephine Grey Butler quien comenzó a luchar contra los sistemas reglamentaristas de control de las mujeres, como lo seguimos haciendo aún hoy.

En este marco y recogiendo estas historias de lucha, en nuestra invitación a participar en estas jornadas decimos: “El aumento de la violencia contra las mujeres y concomitantemente de la prostitución y la trata han alcanzado niveles de cuya magnitud aún no tenemos cabal conciencia. La escasez de datos estadísticos elaborados por los organismos oficiales a nivel local, nacional e internacional, sobre la cantidad de mujeres prostituidas y víctimas de la violencia de estas redes, sobre la composición de estas mismas y sus complicidades y la renta que la explotación de la prostitución ajena proporciona, hacen que resulte muy difícil la lucha contra la misma”.

A todo esto se suman las tendencias actuales que pretenden considerar a la prostitución “trabajo” o diferenciar entre “libre” y “forzada”, y las legislaciones que se han ido apartando del sistema abolicionista, único que posibilita un marco jurídico y teórico para encarar la protección de las víctimas y la persecución de los delincuentes.

En los últimos 35 años del siglo XX, surgen dos posiciones que van a dar sustento a diferentes propuestas políticas, éticas e ideológicas.

Por una parte, el feminismo desarrolla una teoría central del poder: la teoría de la política sexual, que permite reconocer y teorizar la opresión y explotación sexual de las mujeres y analizar los mecanismos que las sustentan, así como establecer formas de lucha contra ellas.

Por otro lado, en esta fase de mundialización del patriarcado capitalista, nos encontramos con profundos cambios económicos, sociales y culturales, que a nivel económico social han provocado la exclusión de millones de seres humanos, generando discursos y formas culturales que expresan, justifican y contribuyen a la producción de estas transformaciones. La cooptación de discursos y propuestas de movimientos sociales y políticos de liberación, ha servido para justificar la incorporación al mercado de todo lo existente. Nuestros cuerpos, nuestra intimidad y nuestra sexualidad pasan a ser bienes intercambiables. Nuestros discursos y reclamos sobre la libertad de decidir sobre nuestros cuerpos y vidas, nuestras exigencias de igualdad, han sido apropiadas y cambiadas de sentido, para convertirse en libertad de elegir la propia opresión en lugar de luchar contra ella. Se refuerzan las cadenas en nombre de la “libertad”.

Es en este marco que se presenta a la prostitución como un “trabajo libremente elegido”, ofreciéndola como deseable y posible para las niñas, las adolescentes y las mujeres. A esto lo denominan “legalización de la prostitución”, una propuesta intencionadamente confusa, tendiente a asimilar abolicionismo a prohibicionismo. Eso es absolutamente falso, dado que para el sistema abolicionista –a diferencia del prohibicionista- el ejercicio de la prostitución en sí mismo no es ilegal. Es ilegal la explotación de la prostitución ajena. Y el término “legalización”, en este contexto, significa en definitiva, legalizar el proxenetismo y la trata.

Afirman asimismo que de esta manera se va a contribuir a la defensa de los derechos de las mujeres en situación de prostitución, a controlar la explotación sexual infantil y la trata de mujeres y niñas con estos fines. Esto es contradicho por la misma realidad de aquellos países en que la prostitución ha sido reglamentada como trabajo Por ejemplo en Holanda, desde que se reglamentó la prostitución, solamente en el primer año creció un 25% y la trata de mujeres y niñas con este fin es incontrolable, siendo las inmigrantes “ilegales”, sin derecho alguno, entre el 85% y el 95% de las personas prostituídas.

Desde el feminismo abolicionista, sostenemos que los discursos se tienen que confrontar con la realidad, con las prácticas y sus resultados.

Esta supuesta “legalización” es lisa y llanamente la vieja reglamentación de la prostitución con nuevos ropajes, el de “trabajo sexual”, a fin de hacerla socialmente aceptable y sacarla del estatus de violencia contra las mujeres. Se refuerza así la idea de que las mujeres debemos estar al servicio de la sexualidad de los varones, quienes detentan el poder sexual y mayor poder económico que las mujeres de su propia clase, sin perjuicio de las diferencias económicas y políticas entre ellos. No es posible, por tanto, controlar el aumento de la prostitución y la trata y de toda la violencia que acarrean, si se la considera “trabajo”. Por el contrario, de esta manera se naturaliza y promueve la prostitución.

Para quienes organizamos estas jornadas, esta posición se corresponde con ese cambio en los discursos y búsquedas interesadas de sentidos para justificar aquellas situaciones que son violencia y opresión y que producen enormes ganancias para los explotadores.

La prostitución no es una elección individual de una mujer o de un grupo de mujeres que un día se encuentran en estado de prostitución, sino una institución social que nos afecta a todas las mujeres y que da a los varones el derecho de acceso irrestricto a nuestros cuerpos en una sociedad donde somos económica, social y culturalmente desiguales. Baste tener en cuenta que entre el 70% y el 80% de las personas más pobres del mundo somos mujeres, que percibimos el 10% de las remuneraciones mundiales, realizamos las dos terceras partes del trabajo en el mundo y poseemos el 1% de la propiedad mundial.

La institución de la prostitución no es responsabilidad de las mujeres en situación de prostitución. Ellas son las explotadas en un sistema constituido por fiolos, proxenetas, redes mafiosas, policías, Estados, iglesias y organismos internacionales cómplices, cuando no partícipes, “clientes” prostituyentes, medios de comunicación, bancos y empresas legales a través de los cuales se canaliza el “lavado” de dinero proveniente de esta actividad, e instituciones varias que de alguna manera se benefician. Es un negocio que produce billones de dólares en el mundo sobre la base de la explotación del cuerpo de las mujeres.

La trata es un medio para proveer de mujeres y niñas a la demanda de los prostituyentes. Alrededor del 85% de los casos de trata en el mundo se relacionan con mujeres y niñas para ser prostituidas. Desde el “enamoramiento” al secuestro, desde la necesidad económica a la desaparición, desde la descalificación sistemática a los golpes, desde la naturalización de la prostitución como una actividad glamorosa y rentable hasta la violencia brutal; todas son formas de incorporarlas y mantenerlas en ese estado. De allí que no es posible separar la prostitución de la trata. Por eso afirmamos que son dos caras de una misma violencia contra las mujeres.

Estas jornadas se enmarcan en la posición abolicionista que sostiene que toda forma de violencia y opresión de las mujeres viola sus derechos humanos, como lo hacen la prostitución y aquello que siempre la acompaña: la trata.

Para el feminismo abolicionista, la igualdad es un presupuesto básico y tiene por tanto como objetivo o aspiración acabar con las diferencias jerárquicas entre los sexos, así como con todas las desigualdades.

El abolicionismo es un principio normativo para la existencia y puesta en práctica de los derechos humanos de las humanas.

Hoy se hace necesario profundizar este marco teórico y político para desarrollar políticas que proporcionen herramientas para seguir avanzando en este camino que nos hemos propuesto y que sean integradoras de todos los aspectos de esta perspectiva. Además, toda teoría social y política para ser válida, debe ir íntimamente unida a la práctica; en este caso, a la lucha contra la represión de las mujeres y demás personas en situación de prostitución y contra toda forma de promoción o facilitación de la prostitución, de la trata y de la explotación de la prostitución ajena..

Entendemos que el abolicionismo es el sistema que puede aportar en la elaboración de políticas de erradicación de todas las formas de explotación sexual, ya que la defensa de los derechos de las humanas es intrínseca a sus postulados.

Para esto las sociedades deben responsabilizarse por lo que pasa y los Estados deben ser capaces de generar puestos de trabajo y condiciones de vida dignas, vivienda, salud y educación para todas y todos y particularmente para las mujeres en situación de vulnerabilidad social.

Desde la Campaña “Ni una Mujer Mas Víctima de las Redes de Prostitución” pensamos que esta situación de violencia es reversible, que la desigualdad es abolible, que la prostitución no es inevitable, que nuestra lucha articulada junto a todas y todos quienes compartan estas ideas y quieran un cambio profundo en la sociedad, que piensen que la igualdad y la libertad son deseables, hará realidad el abolicionismo. De allí que desde hace más de dos años y medio, diversos grupos y mujeres feministas, hemos emprendido desde esta Campaña acciones de denuncia, de concientización, talleres, marchas, presencia en los Encuentros Nacionales de Muejres, intervención en mesas redondas, en programas en los medios de comunicación, acompañamiento a familiares de víctimas, reclamos por la derogación de los Códigos Contravencionales y de Faltas y por la reforma de la actual ley contra la trata de personas, cuyo petitorio invitamos a firmar. También la organización de estas Jornadas Abolicionistas.

Esta lucha tiene precedentes y genealogías, y la continuamos con la convicción de que el mundo sin prostitución al que aspiramos supone también un mundo sin explotaciones, opresiones ni discriminaciones y que nuestra tarea es hoy por las mujeres desaparecidas, por las asesinadas, por las que se encuentran explotadas en prostíbulos, o en hoteles y departamentos de lujo, por las que están paradas en las esquinas en estado de prostitución, por las perseguidas por la policía, por las maltratadas por los proxenetas; por cada mujer violentada, cosificada, empobrecida, privada de sus derechos; por todas las mujeres, es decir por nosotras mismas, y por todas las personas que han sido convertidas en mercancía.

Por todas ellas, por todas y todos nosotras y nosotros, construyamos un mundo sin prostitución, sin explotación, sin opresión.

1 comentario:

  1. Las felicito sinceramente.El hecho de que casi no haya comentarios es demostración del grado del tabú del silencio en torno a estos temas,porque dudo que no tengan lectoras del blog.¡Adelante!Vivi.

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