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domingo, 16 de junio de 2013

6º ANIVERSARIO CAMPAÑA ABOLICIONISTA - PALABRAS DE MARTA VASALLO - 7 de junio de 2013

Me comprometí a estar aquí en el día del periodista, cuando la red PAR (Periodistas de Argentina por una comunicación no sexista) ha hecho precisamente una jornada en torno del Obelisco con la consigna: “El periodismo le dice basta  a la violencia de género”.

La red PAR ha elaborado decálogos sobre el tratamiento periodístico de la violencia contra las mujeres y sobre los casos de trata de personas con fines de explotación sexual. Este último decálogo es congruente con la posición abolicionista (leer frases subrayadas).

La violencia mediática en la que centró la red PAR este día del periodista está explícitamente contemplada en dos leyes promulgadas en el año 2009: la ley para prevenir, sancionar y erradicar las violencias contra las mujeres (ley 26485, de marzo de 2009) , y la ley de servicios de comunicación audiovisual (Ley 26522, de octubre del 2009).

La 26.485, de protección integral, para prevenir, sancionar y erradicar todas las formas de violencia contra la mujer, en el Articulo 2, Objeto, apartado e) dice: “La reversión de patrones socioculturales que promueven y sostienen la desigualdad de género y las relaciones de poder sobre las mujeres”. ]


   La misma ley, en su Artículo 5: Tipos de violencia, incluye entre ellos la violencia simbólica:  “La que a través de patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos transmita y reproduzca dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la subordinación de la mujer en la sociedad”.

   La misma ley, en su Artículo 6: Modalidades, apartado f) se refiere específicamente a la violencia mediática: “aquella publicación o difusión de mensajes e imágenes estereotipados a través de cualquier medio masivo de comunicación, que de manera directa o indirecta promueva la explotación de las mujeres o sus imágenes, injurie, difame, discrimine, deshonre, humille o atente contra la dignidad de las mujeres, como así también la utilización de mujeres, adolescentes y niñas en mensajes e imágenes pornográficas, legitimando la desigualdad de trato, o construya patrones socio culturales reproductores de la desigualdad o generadores de violencia contra las mujeres”.

   [En el Artículo 11, Políticas públicas, el apartado 8 se refiere a las políticas de la Secretaría de Medios de Comunicación de la Nación a la que atribuye las siguientes tareas:
a)    impulsar desde el sistema nacional de medios de difusión de mensajes y campañas permanentes de sensibilización y concientización dirigida a la población en general y en particular a las mujeres sobre el derecho a vivir una vida libre de violencias.
b)    promover en los medios masivos de comunicación el respeto por los derechos humanos de las mujeres y el tratamiento de la violencia desde la perspectiva de género.
c)    brindar capacitación a profesionales de los medios masivos de comunicación en violencia contra las mujeres.
d)    alentar la eliminación del sexismo en la educación.
e)    promover como un tema de responsabilidad social empresaria la difusión de campañas publicitarias para prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres.]

  [ La Nota al Articulo 1 del Capítulo I, Apartado 9 e) de la nueva Ley dice: “promover una imagen equilibrada y variada de las mujeres y de los hombres en los medios de comunicación”.

   En el Artículo 3 del Capítulo I, Objetivos, apartado m): “promover la protección y salvaguarda de la igualdad entre hombres y mujeres y el tratamiento plural, igualitario y no estereotipado, evitando toda discriminación por género u orientación sexual”.

   El Capítulo VIII, Publicidad, en su Articulo 81, apartado i) dice: “Los avisos publicitarios no importarán discriminaciones de raza, etnia, género, orientación sexual, ideológicos, socioeconómicos, o de nacionalidad, entre otros, y no menoscabarán la dignidad humana…”

Decíamos que la violencia mediática es una de las formas de la violencia simbólica, definida por el sociólogo Pierre Bourdieu como aquella que “se instaura por intermedio de la adhesión que el dominado no puede no otorgar al dominador (y por consiguiente a la dominación) cuando para pensarlo o pensarse, o mejor dicho para pensar su relación con él, no dispone sino de instrumentos de conocimiento que ambos tienen en común, y que al no ser otra cosa que la forma incorporada de la relación de dominio, hace aparecer esa relación como natural”.

La dificultad con la violencia simbólica es que en ella aparece en primer plano la connivencia con la violencia por parte de las mismas personas a quienes se dirige:

Tal vez sea el caso de quienes ejerciendo la prostitución la defienden. Para eso tienen que haber incorporado, naturalizándolo, el rol que la sociedad atribuye a la prostituta: una figura indispensable y al mismo tiempo despreciable.

AMMAR, que defiende la noción de “trabajo sexual”, y cuyas miembros se autodenominan “trabajadoras sexuales” conmemoró el 2 de junio pasado la protesta que el 2 de junio de 1975  protagonizaron grupos de mujeres prostituidas en varias ciudades de Francia. Asumen ese día como “el día de la trabajadora sexual”. Las mujeres que manifestaron aquel día se presentaron como mujeres independientes que reivindicaban su derecho a ejercer la prostitución sin persecución policial. La líder de ese movimiento, que se hace llamar Ulla, admitió veinte años después que el 99% de esas mujeres, empezando por ella misma, no solo no eran independientes, sino que eran los proxenetas los que habían impulsado esa manifestación, revistiéndola de defensa de los derechos de las prostitutas, porque el blanqueo de su actividad les ahorraría las coimas a la policía. Eso no lo dice AMMAR, ni ninguna de las ONGs que las apoya e impulsa. Tampoco dice que Ulla nunca se libró de su proxeneta, con quien desde el comienzo mantuvo una relación sinuosa de sujeción y humillación de su parte y de dominio por parte de él.

En una invitación que hacía circular la Unidad Popular, con los dirigentes Claudio Lozano y Victor de Gennaro, que acaban de desprenderse del FAP, AMMAR convocaba a la conmemoración de esa fecha, y entre otras actividades aludía a “el trabajo sexual en la currícula escolar”. De modo que si esta organización impusiera sus criterios, la prostitución sería presentada probablemente como salida laboral a los adolescentes de ambos sexos en la escuela secundaria, la misma escuela que se niega a aplicar la ley de educación sexual integral.



En el terreno de los medios audiovisuales, una ley que limita las concentraciones monopólicas, que abre a nuevos sectores la posibilidad de realizar programas de radio y tv, entre ellos a organizaciones sin fines de lucro, abre expectativas para las mujeres que alentamos una concepción de la femineidad discrepante de la que domina los medios, tanto en los contenidos de los programas como en las publicidades. Esa concepción consabida donde la expresión más acabada de la mujer oscila entre el ama de casa que se desvive por la limpieza y las comidas, y la vedette, o como quiera llamarse a una mujer que se exhibe ofreciendo un modelo de presunta perfección física planteado a las demás mujeres como objetivo poco menos que inalcanzable. Una mujer que se exhibe, y a la que se le atribuyen dotes personales e intelectuales  inversamente proporcionales al éxito que garantiza esa exhibición al público. Un cuerpo que se fragmenta despersonalizándose, deshumanizándose.
¿Qué otra cosa es todo esto sino promoción de la explotación sexual de mujeres?

Hay un punto ciego en la violencia mediática, que es la violencia hacia las mujeres, y dentro de esa violencia el punto más ciego de todos se refiere a la prostitucion.

La degradación de las mujeres tan frecuente en los servicios de radio y tv no resulta un delito tan fácil de circunscribir y reconocer. Aun cuando se tome alguna distancia y se resista su naturalización, se la suele minimizar en su realidad y efectos y considerarla secundaria, trivial.

Peleas entre vedettes sobre el calificativo de puta que se prodigan una a otra, de un programa a otro y a menudo dentro del mismo programa. Las peleas parecen ser una garantía de rating. Cuando el programa Show match de Tinelli parecía que no daba más de sí se centró en las peleas entre jurados y bailarnes, entre bailarines entre sí y jurados entre sí.

La detección de la violencia mediática se da en varias instancias. La primera: la conformación de los equipos que producen y emiten los programas, y la distribución de roles en ellos. Por ejemplo me parece una novedad positiva la presencia de una mujer a cargo de la información deportiva en la versión de medianoche de Canal 7.

Una segunda instancia es la de los contenidos de los programas. Los avances significativos en el tratamiento de la concepción de la mujer y de las identidades de género que registran los medios de comunicación  (especialmente la red nacional de radios y TV públicas, canal Encuentro, Paka-Paka, etc) se hacen notar en el aspecto informativo y en algunos programas de interés general, pero no así en los programas de entretenimiento, que suelen minimizarse como diversión inofensiva y como oportunidad para satisfacer fácilmente a un público presuntamente masivo. Sin embargo, la degradación de las mujeres que se reitera en esos programas es un arma letal para las relaciones interpersonales, y para los principios básicos de igualdad y justicia de una sociedad.

La gente prende el televisor para entretenerse, de ahí la importancia de los programas de entretenimiento. Freud decía que nada hay tan serio como un chiste. Bueno, nada hay tan trascendente como los programas de entretenimiento.
Seguí en Duro de domar una discusión sobre la acusación contra un episodio del programa Casados con hijos de Francella, supuesta incitacion a la pedofilia por mostrar a Francella muriéndose de ganas por una compañera de su hija. La acusación, muy mal planteada, se centraba en un episodio por involucrar a menores de edad, no enfocaba el sentido de la totalidad de la tira. Cuestionaba el deseo del adulto por la adolescente, pero no el “humor” que consiste en que la hija de Francella en la tira es “puta” o sospechosa de serlo, y el hijo hace temblar al padre por “marica” (no retiene a ninguna novia). El marido descalifica constantemente a la mujer, ociosa e inútil, y que tiene su edad. (Es como aquella vez que una escena de Showmatch fue censurada porque una bailarina se desnudó del todo, como si el problema fuera el desnudo de la bailarina (deliberado o accidental) y no el sentido global del programa).

Quienes debatían en el programa, entre ellos dos actores cómicos y el guionista de la tira cuestionada, se apresuraban a condenar la pedofilia pero hacían una excepción con el humor, decían de modo más o menos explícito: el humor no se toca, está por encima de la moral, por encima de las evaluaciones. Al mismo tiempo decían que no hacían humor ni con el Holocausto ni con los desaparecidos…Quiere decir que hay temas que al menos para ciertos sectores no pueden entrar en el humor, y otros donde se impone una distinción tajante entre el espectáculo de humor y los hechos reales: “Era un chiste…” La pregunta del conductor: “¿Pero entonces que tendríamos que hacer con Olmedo?” revela hasta qué punto el conductor se pregunta, como tantos televidentes: ¿pero entonces ya no nos podemos reír? No perciben el importantísimo indicio cultural que es el humor: ¿de quiénes nos reímos cuando nos reímos? Tal vez el momento de lucidez se dio con Julia Mengolini, que dijo que el cambio real se daría cuando la gente no se ría más con las escenas de Olmedo con Graciela Alfano o Silvia Perez, poniendo como ejemplo una conversación con un hombre muy joven que le dijo que esas escenas no lo hacen reír. En uno de esos episodios que vi por azar no hace mucho, Olmedo es un proxeneta, entrega dos chicas a personajes de un despacho, y ante la reacción del gordo Portales se escuda diciendo que así les da trabajo.

En estas discusiones aparece el lógico rechazo al concepto tradicional de censura, que no tiene nada que ver con el espíritu crítico sino con una concesión a una moral convencional y  bastante hipócrita. Yo también considero que el escandalo por el densudo de una balarina, por ejemplo, es una forma convencional y estéril de censura.

Una tercera instancia es la publicidad, donde suelen imperar los estereotipos de mujer que oscila entre la que es funcional en el ámbito doméstico y la que se exhibe como objeto sexual.

Me pregunto hasta qué punto es un ejemplo distinto la propaganda de los productos Lucchetti: hay un humor que gira en torno de la torpeza del marido de la protagonista para cualquier cuestión que refiera al orden doméstico, el carácter cargoso del hijo que asedia a la madre cuando ella trata de concentrarse en ejercicios de yoga, los modos de fuga de ella. El humor sutil es una critica a la familia donde todas las responsabilidades domesticas y de cuidado de los hijos recaen sobre la mujer. Resultan agobiantes, la mujer no parece encontrar más que salidas ilusorias.

Se diría que en los medios predominan los rasgos más retrógrados de las nociones de sexualidad y de relaciones interpersonales, que en la sociedad entran en una relación dinámica con otras actitudes y conductas. La tv atrasa respecto de la sociedad, en cierto modo la refleja, en cierto modo burla toda posible transformación, todo posible cuestionamiento, ostenta una capacidad ilimitada de degradación de aspectos esenciales de la condición humana, como este de las relaciones interpersonales cruzadas con la sexualidad. ¿En qué medida satisface un imaginario previo al que consolida, o lo construye? ¿Qué relación hay entre un imaginario estereotipado, reiterado hasta el hartazgo en imágenes previsibles, y las conductas reales? Preguntas a las que los medios nos enfrentan continuamente y cuya respuesta no ha dejado de resultar elusiva.

Y está la tiranía del rating, que no cambia automáticamente porque se limite la concentración. No admitamos la argumentación del rating para defender un programa. ¿Qué prueba el rating? ¿quién elabora esas cifras del rating? ¿No es un medio de publicidad a su vez, como las encuestas políticas se convierten en condicionantes de las conductas políticas, mientras aparecen como mero registro de opiniones y posicionamientos? ¿No es el rating parte de la facultad de los medios de crear una realidad haciendo como que la registra?

El sociólogo Pierre Bourdieu advierte no confundir el rating con la democracia.
“Quienes defienden el reinado del rating pretenden que nada hay más democrático. Pero el rating es la sanción del mercado, de una legalidad externa puramente comercial. La televisión regida por el rating hace pesar sobre el consumidor supuestamente libre las coacciones del mercado, que nada tienen que ver con la expresión democrática de una opinión colectiva racional, de una razón pública”.




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